domingo, 18 de julio de 2010

POLITICA

Estamos comenzando a analizar la etapa en que a partir de las emancipaciones América Latina va adquiriendo el perfil que durante el siglo XIX tendrá nuestro continente. Es así, que a partir de los procesos emancipadores se debe defender esa postura con guerras por la independencia en que las fuerzas realistas intentarán recuperar los territorios perdidos. Cuanto más luego de la caída de Napoleón en 1815 en la batalla de Waterloo que significó el final del imperio napoleónico y el retorno de las monarquías absolutas al poder en la mayoría de los países europeos a partir de la celebración del Congreso de Viena.

Esta situación de retorno de las monarquías, aceleró el proceso por la Independencia, siendo en países como la Argentina manifiesto esto en las declaraciones de los congresistas de 1816 cuando deciden independizarse de España y de cualquier otra potencia extranjera.

Pero como no todo es estabilidad en esta parte del continente, a la independencia sobrevinieron las guerras civiles, luchas entre compatriotas, que aún no comprendían la real dimensión del concepto de Nación y que peleaban más por los intereses regionalistas, propiciando un clima de tensión permanente. Allí, las figuras de los caudillos comenzaron a jugar un rol fundamental, ya que estos con sus ejércitos personales trataron de desarrollar una democracia inorgánica difícil de compatibilizar con los intereses constitucionalistas de algunos doctores de la ciudad. La antinomia Ciudad-Campaña se hacía notoria en algunas regiones de la América Latina.

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